jueves, 11 de febrero de 2016

ENTREVISTA A BEATRIZ SARLO

Con Beatriz Sarlo

EL FUTURO DE LA CULTURA EN EL MUNDO DE LAS 

PANTALLAS

Aunque proviene del mundo de las letras se la reconoce como una de las voces críticas más lúcidas en el campo de las ciencias sociales y es leída con atención por sociólogos, historiadores, psicólogos, y filósofos. Sin necesidad de campañas de promoción sus últimos dos libros (Escenas de la vida posmoderna, Instantáneas) han logrado un gran éxito de ventas y se han convertido en objetos de culto para una inesperada legión de lectores ávidos de un discurso que ponga orden en la caótica posmodernidad rioplatense.

Tras las fantasías de la modernidad y sus promesas de un mundo mejor en el que la tecnología rescataría a los humanos de las tribulaciones del trabajo y de los sufrimientos de la escasez y la ignorancia, sobrevino una aldea global, polarizada violentamente, en donde conviven paraísos virtuales repletos de confort y prácticas hedonistas con enormes nichos de miseria material y simbólica. Por todas partes una floración de pantallas anuncian la única senda posible. Flujos de capital, información y deseo cortan al mundo en dos demarcando la gloria de los integrados y la desdicha apocalíptica de los excluidos. El futuro ha llegado. Hay razones de sobra para fascinarse con la novedad y argumentos suficientes para sentir nostalgia por lo perdido. Sometida a esta ambivalencia irremediable la posmodernidad latina y sureña ha encontrado en Beatriz Sarlo una adecuada intérprete.

Para muchos sos la alternativa latinoamericana en materia de reflexión sobre la posmodernidad frente a posturas más complacientes o desencantadas como Lipovetski o Baudrillard.
Lipovetski es un celebrador de los fenómenos de la deriva contemporánea. Baudrillard en cambio es diferente. Es quien mejor describe los fenómenos de la vida contemporánea y no es un celebrador, más bien es un pesimista.
En el caso de los latinoamericanos que reflexionamos sobre estos asuntos no podemos adoptar ninguna de las dos posiciones. En países como los nuestros no podemos adoptar una postura celebratoria porque todavía hay una trama de injusticia material y simbólica que uno desearía cambiar. Pero como uno desea que esto cambie no podemos dejarnos ganar por el pesimismo. Aunque someto los mensajes y las configuraciones de los medios de comunicación de masas a una crítica muy fuerte pienso que hay alternativas posibles, y que éstas vienen del lado de ciudadanos y ciudadanas críticos que esgrimen posiciones teóricamente sustentables y en relación positiva con la política.
En varios pasajes de tus últimos libros hacés hincapié en la erosión del poder simbólico sufrido por la escuela en los últimos años y cómo el deterioro de la educación formal dificulta la posibilidad de desarrollar posturas críticas.
Yo parto de la hipótesis de que la escuela pública fue una institución democratizadora y distribuidora de posibilidades simbólicas. En la escuela los hijos de la inmigración aprendieron las destrezas que le permitieron hacer
sindicalismo y política, y que les permitió hacer un camino de ascenso social y de recolocación en estas nuevas sociedades. La escuela no fue sólo un instrumento de control de las clases dominantes como se dice habitualmente (aunque efectivamente lo fue) sino que también fue el lugar del aprendizaje de ciertas destrezas como la lectura y la escritura que sirvieron sin duda a los intereses de los sectores subalternos. Sin alfabetización no hay posibilidades de defensa de los derechos del trabajo ni perspectivas de incorporación a la ciudadanía plena.
¿Cómo debe responder la escuela frente al avance tecnológico?
Creo que a la escuela no hay que sacarle cosas sino agregarle. Hay que modernizarse dado que ya vivimos en el mundo de las pantallas y la escuela tiene que responder a ésto. Hay un cierto tipo de discurso que da densidad y sentido en un mundo pobre de sentidos: el discurso estético, el discurso del arte, el discurso de la filosofía.
En un mundo en que "los dioses nos han abandonado" como dice Max Weber, y en el que tenemos que buscar el fundamento de nuestros actos y de los actos colectivos en nosotros mismos, no hay una razón trascendente que de sentido a nuestros actos. No obstante, hay un tipo de discurso como el del arte que es intenso formalmente que me gustaría pensar que no está perdido ni que es patrimonio de una minoría intelectual. Quiero pensar que hay un discurso de alta intensidad que está ahí para ser tomado o rechazado por la mayor parte de la gente. Cuidado, no estoy hablando de una pedagogía para masas basada en el Ulises de Joyce.
Hay países que cuidan mucho su escuela y su identidad cultural como Francia, en el que los chicos al terminar el bachillerato tienen que dar un examen escrito exigente sobre literatura, historia, y cultura de su país. Chicos que después van a estudiar informática o ingeniería. La gente tiene derecho a conocer ese pasado y ese presente cultural. No hay que imponérselo...hay que restituirle ese derecho. Ya en la década del 30 Gramsci decía que los obreros no tienen que aceptar escuelas exclusivamente técnicas porque eso es reafirmar que sólo tienen derecho al mundo del trabajo.
¿Cómo puede ser instrumentado un proyecto cultural de ese tipo?
Poniendo esos discursos en circulación en la sociedad. Habría que comenzar por no resignar la posibilidad que tiene el Estado de intervenir fuertemente -que no es lo mismo que controlar- poniendo ciertos discursos en los medios de comunicación masiva. He visto el proceso que se ha dado en la Argentina donde en el curso de ocho años se han privatizado todos los canales y eso ha tenido como resultado la peor televisión del mundo occidental. No estoy reclamando una televisión estatal sino un lugar donde el mercado no sea el que fije las condiciones de producción de los discursos. Todas las naciones importantes tienen canales públicos que no están sometidos a las leyes del mercado: Inglaterra, Francia, EE.UU. No estoy pensando sólo en la escuela sino en toda la red simbólica.
De todas formas me parece que aún no has respondido a la pregunta de cómo se puede incorporar la tecnología al sistema educativo.
La escuela en principio, debe saber que no todo se resuelve con la incorporación tecnológica de hardware. Poner una computadora como un tótem dentro de un aula con maestros que no están preparados para ella -porque no tienen ni tiempo ni salarios para formarse en ese nivel- no resuelve nada.
La escuela también debería saber que hay ciertas cosas que no pueden ser convertidas en video-clips. Hay algo del orden de lo cultural que exige cortes, detenciones, la dilación del deseo. Cuando la escuela dice "preparemos a los niños para el mundo del trabajo" ésto es lo primero que tendría que recordar. El mundo del trabajo es un mundo sometido a cortes y a dilaciones. Preparar a un chico para el mundo del trabajo no es enseñarle a poner: F1, F2, Enter. Hay una cierta disposición necesaria que pasa por el cuerpo y por el manejo de la temporalidad.
Por otro lado queda pendiente el tema del futuro de este mundo de pantallas. Lo que viene no es sólo un mundo televisivo sino de pantallas en general. Por ejemplo, recién se ha comenzado a explorar las posibilidades de la tecnología del CD Rom. No hace más de diez años que han comenzado a aparecer obras de literatura bajo la forma de hipertexto y recién se está experimentando con este formato. Falta encontrar cuáles son los nexos más convenientes que se pueden establecer y la forma de dialogo posible. Lo que está en el mercado todavía es muy primitivo.
Tampoco sabemos mucho como movernos en Internet. Sabemos manejar el E-mail, o como buscar una base bibliográfica pero esa especie de masa de hipertexto que rodea al planeta también exige formas más adecuadas de navegación.
¿Navegas mucho?
No, necesito muchas horas diarias tan solo para leer el diario. ¡Si el tiempo fuera infinito!.
Por otra parte Internet te propone un consumo simbólico como el de los sectores populares mirando las zapatillas de marca. Vos entras a una base de datos para encontrar un libro sobre determinado tema que luego de hallarlo te percatas que no lo vas a encontrar en las librerías locales. Además tengo la impresión que todavía no he leído todavía completo a Max Weber ni a Heidegger, grandes pensadores de este siglo. Leo a Deleuze con particular interés pero con tres de sus libros me puedo pasar un año. La verdad es que el último "paper" hecho ayer en una universidad norteamericana no me interesa tanto. No he leído todos los poemas de Montale.
Tu te has interesado mucho por algo que denominás neopopulismo cultural aunque en ningún momento das una definición acabada de este fenómeno.
El neopopulismo es una ideología de los intelectuales que razonan en dos caminos. El camino neopopulista clásico que dice: lo que a la gente le gusta está bien. La otra vía de razonamiento señala que la gente hace con lo que recibe de los medios una mezcla en la que lo que brindan los medios pierde importancia frente a lo que la gente hace con eso. Ese razonamiento tiene un aspecto verdadero. No somos manipulados como si fuésemos robots. Ni el pueblo ni las elites intelectuales ni los sectores subordinados son manipulados como si fueran robots. Ahora bien, lo que la gente hace con los mensajes de los medios también tiene que ver con la naturaleza de los mensajes. Se puede armar un artefacto nuevo de una bicicleta vieja y va a ser diferente a si lo genero a partir de una máquina de coser vieja.
La naturaleza de los mensajes con los cuales la gente arma y desarma importa. Yo no quiero un Estado que tutele, quiero que abra posibilidades y que garantice el derecho al conocimiento del pasado cultural, que es el derecho a la identidad, a la innovación, y a la experimentación. Si el Estado no garantiza ese derecho dando condiciones económicas, el mercado no lo va a garantizar. En el cine esto se ve de manera muy clara. Aquellos países que han tenido momentos de verdadera renovación cinematográfica, desde el 60 en adelante, son los que han implementado políticas de protección y subvención al cine. La nueva ola francesa no hubiera existido, ni tampoco Fassbinder o Win Wenders.
El Estado no debe estar para tutelar, ni para controlar, ni para indicar estéticas, sino para abrir posibilidades. Pienso que aquellos que dicen que esto no es aplicable en los países pobres se equivocan. Los pobres de los países pobres tienen un ideal de nación, y un ideal de nación requiere de esa dimensión suplementaria que es la cultura.
Llama la atención en tu obra más reciente el hecho de que asumas tu lectura de la realidad en primera persona y de acuerdo a tu condición de clase. Una posición muy diferente a la de otros pensadores que hablan desde una distancia mayor y con pretenciones universalistas.
Es una perspectiva humilde. Instantáneas es la libreta de una antropóloga que deriva mucho por la ciudad y que busca un registro antidogmático. De Instantáneas se dicen dos cosas contradictorias: que celebran la posmodernidad y que es nostálgica de la modernidad.
Tal vez eso signifique que aunque no te negás a la fascinación de los nuevos fenómenos tampoco dejas que se convierta en un acto hipnótico que cierre las perspectivas críticas.
El mundo de las pantallas me atrae de manera muy fuerte. Otra persona de mi edad que mire la MTV y que siga los nuevos fenómenos estéticos de manera tan cercana como lo hago yo, está evidenciando que hay algo ahí que le fascina. Sin embargo lo que encuentro allí no me gusta. O sea que es una posición incómoda. Si Instantáneas tiene algo de original es la lectura de Beavis y Butthead. Allí digo dos cosas que pueden resultar contradictorias: el mundo de Beavis es horrible y a la vez es la crítica de la televisión pura, lo más agudo que se ha hecho en televisión.
En el caso de Beavis y Butthead, el que está parodiado es el propio público y eso genera una posición difícil en el espectador.
Es un espejo en el cual resulta desagradable mirarse.
Claro, te devuelve tu propia mirada. En el correo de la revista de estos personajes se puede apreciar que pese a utilizar el mismo tipo de lenguaje y las mismas obsenidades de Beavis y Butthead jamás podría ser algo escrito por estos personajes. Se puede ver que los fans apelan a cierta ironía
para distanciarse. Beavis y Butthead antes que paródicos son hiperbólicos e hipercríticos.
Desde hace por lo menos tres años la televisión uruguaya está saturada de programas argentinos de contenido descartable. La fórmula es el pasatiempo acelerado y un rating cosechado mediante sorteos millonarios. ¿Se agotará este modelo o será una norma dispuesta a perdurar?
Es el fenómeno de la televisión menemista. Sin duda Menem no dijo que tipo de televisión debía hacerse, pero la televisión captó como nadie el aire de los tiempos. En la Argentina hubo cambio dramático que casi podía ser palpado en el año de la transición de Alfonsín a Menem. Se pasaba de un país abierto y dispuesto a cierta experimentación social (el juicio a la Junta fue un enorme laboratorio social), a un país que se cerraba y que la hiperinflación hizo que no quisiera ningún tipo de experimentación. La hiperinflación fue realmente traumática.
Este tipo de televisión es muy afín con el menemismo y con la lógica y la simbología del mercado. No sé cuanto durará esto como tampoco sé cuánto puede durar el menemismo. Desearía que poco pero realmente no lo sé.
De todas formas creo que no podemos entregar el mundo de las pantallas. En el futuro las pantallas van a ser una parte central de la cultura y no las podemos entregar sin por lo menos una discusión. Muchos países ya han dado esa discusión y han encontrado soluciones sin convertirse en tiranos culturales desde el Estado. Desde Noruega hasta Canadá se ha considerado ésto como un problema. Francia y Alemania se han unido para hacer un gran canal cultural. Claro, puede alegarse que estos canales no tienen 20 puntos de rating. Pero es que 20 puntos de rating es una inmensidad. En la Argentina cada punto de rating son 70 mil personas, lo que ya es mucho. Para un uno de rating vale la pena trabajar.
La pregunta boba de rigor. ¿En que estás trabajando ahora?
En un libro que va a tener tres relatos. El primero es el de una maestra nacida en 1883 que en 1921 pasa a ser directora de una escuela pública de chicos muy pobres de la comunidad judia de Buenos Aires. Es la historia de esta maestra también hija de inmigrantes y del proceso de nacionalización de esos chicos judíos. Está contada en primera persona y cortada con documentos.
Otra es sobre Victoria Ocampo. En 1913 Victoria fue al estreno en París de La Consagración de la Primavera bailada por Nijinski y fue para ella una noche de iluminación cultural en la que se le abrió la cabeza. Ella cuenta muy bien cómo fue esa noche. Yo estoy viendo como fue esa experiencia con la vanguardia; más teniendo en cuenta que Ocampo no fue una vanguardista.
La tercera es una historia de vanguardia estética y política, que se centra en una noche de 1969 en que diez cineastas argentinos muy jóvenes filmaron diez cortos contra la censura. Lo filmaron en una noche y lo proyectaron al día siguiente en un acto. Los cortos se perdieron y yo a través de unos cuarenta testimonios estoy reconstruyendo casi plano a plano cada uno de ellos y el clima de "happening" en que fueron realizados. Filmaron de noche, montaron en la mañana, y al día siguiente estaban dando los cortos en un acto contra la censura en una universidad de cine que estaba a punto de ser cerrada. Todos estos son hechos muy marginales y al mismo tiempo extremadamente significativos del tiempo en que transcurren.
¿Cómo pueden incidir los intelectuales en la vida política?.
Creo que no es imposible substraerse haciendo un retiro melancólico y diciendo: soy una persona del mundo de la palabra y no voy a pasar a ese otro mundo. Al mismo tiempo creo que los intelectuales deben tener claro las condiciones de puesta de su discurso en una pantalla o en una radio, aunque esta última es más acogedora, tiene mayor disponibilidad de tiempo, y cuenta con un público más fragmentario que va encontrando sus nichos. Pero la televisión es un problema. Los intelectuales no pueden retraerse de ella ya que sería lo mismo que si en el siglo XVIII se hubiesen substraido de los grandes diarios que estaban surgiendo. Por otro lado, no se pueden convertir en dóciles gatitos convertidos en un elemento decorativo en los programas televisivos. Creo que la televisión abierta es poco hospitalaria pero no tiene porque ser siempre así. Hay que elegir muy bien los programas a los que se concurre y en que condiciones.
Las estrategias también dependen del país y del grado de conciencia en términos de densidad histórica. Francia por ejemplo, permite -como planteaba Deleuze- otras estrategias como ser posiciones más retiradas, el silencio, el nomadismo, o desterritorializar el discursos. Pero en estos países eso resulta más difícil ya que la continuidad misma de una cultura aparece como problemática y esto exige un grado mayor de intervención. Además la tradición del intelectual en esta parte del planeta es de intervención política.
¿Cómo ves el futuro inmediato de la cultura y la educación en la Argentina frente a esa escasez de sentidos orientadores de las acciones colectivas que tu señalas repetidamente en tu obra?
No lo se. En estos paises por distintas razones -entre ellas las dictaduras militares- no se han podido instrumentar políticas de Estado a largo plazo. Cuando hay políticas de Estado a largo plazo pueden haber cambios de gobierno con efectos impresionantes y sin embargo darse una cierta continuidad. Eso hace que todavía estemos a tiempo para pensar políticas a largo plazo con respecto a la cultura y la educación. Para empezar a pensar en estas cosas es necesario tener gobiernos adecuados para tales fines. La Argentina ha tenido muy mala...selección. Iba a decir suerte pero obviamente no se trata de suerte (risas). Ha encontrado una pésima solución para salir de la hiperinflación. Es un país muy amenazado en sus rasgos nacionales. La Argentina era un país integrado, donde el ascenso social era pensable y estamos entrando en un país desintegrado con un 30% de la población fuera del mercado laboral y de consumo, en donde el ascenso social es impensable. Décadas atrás era un país en el que los hijos de los obreros podían llegar a ser universitarios y hoy en día se está dando la circunstancia en que los hijos de los universitarios no pueden seguir el mismo camino de sus padres.
Los sectores medios están gastando su capital en salud. La solución a esto viene de quien elijamos para gobernar.
Yo no diría lo mismo si fuese inglesa o alemana o francesa, paises donde los gobiernos son importantísimos pero que mantienen cierta continuidad.En Inglaterra durante la revolución conservadora de Tatcher que tuvo consecuencias impresionanates de todas formas se mantuvo la enseñanza pública y la BBC no fue cerrada.
La videocultura parece cumplir un rol importante en el control de las masas de desocupados y marginales.
Si, la videocultura propone una incorporación imaginaria al mercado. Los chicos que no tienen para comprarse las zapatillas de tal marca igual conocen la marca y si eventualmente reunen ese dinero van y la compran. En los paises empobrecidos esta es una práctica obsena.
-¿No será a mediano o largo plazo un arma de doble filo sobrestimular el consumo dado que frustración genera muy a menudo violencia?
No lo sé. Habría que estudiarlo. En Estados Unidos diversos movimientos sociales le pedieron a Magic Johnson y a otros héroes del deporte que no promovieran zapatillas de 180 dólares y que pusieran límite a sus publicidades de ropas deportivas.
Sabemos que debido a la videocultura los sectores desposeidos quedan arrinconados haciendo shopping en un mercado imaginario.
La violencia urbana que vemos crecer parece tener que ver con la exclusión del mercado laboral, con una condición posmoderna que presente en todos los lugares del planeta, y con ese nuevo fenómeno del narco.
Te refieres al tráfico y consumo de drogas.
Al problema del narco hay que diferenciarlo del fenómeno de la droga porque si no adoptamos una postura moralista que no deseo pará mí. La droga es una forma de experimentación que existe desde hace siglos y que el narco configura en como problema criminal y social.
En las últimas décadas hemos asistido a la universalización de estéticas que surgen de los márgenes como puede ser el caso del rap. ¿Qué prácticas culturales observas en las calles argentinas?
Hay muchas. Las tribus sociales que derivan por las ciudades denotan prácticas culturales características: skaters, trasheros, punks, etc. No veo el rap ni DJays haciendo hip-hop porque se trata precisamente de un producto que surge en un lugar del planeta donde las minorías subordinadas produjeron la mejor música del planeta: el jazz. En la Argentina no hubo jazz. Lo mejor que hemos producido fue una pop-music como el tango y eso fue todo.

El jazz es una matriz musical del siglo XX al que han tenido que ir todos. Miles Davis es un músico que no podemos comparar con ningún otro del tango; ni siquiera con Piazzola. Keith Jarret, por poner otro ejemplo es un músico tan completo que no lo podemos poner al lado de ningún instrumentista de tango. Pienso que no hay que hacer populismo con nuestra creaciones culturales. El rock nacional, por ejemplo, no me parece tan bueno.  
LA DANZA DE SHIVA: La construcción del futuro de Juan Grompone, Ed. La flor de Itapebí, Montevideo, diciembre de 2001. (Publicado originalmente el El País Cultural en la fecha de la primera edición).

Mucho se ha escrito en la última década sobre la crisis mundial del capitalismo y hasta sobre su eventual fin. Economistas como John Kenneth Galbraith, empresarios como George Soros , o filósofos como Felix Guattari son sólo algunos de una larga serie de pensadores que han realizado advertencias y vaticinios. No obstante, ninguno fue tan lejos como el ingeniero uruguayo Juan Grompone que se ha animado a extender por adelantado la partida de defunción del sistema, fechando su fin en el entorno del 2060.
Aunque es el primero en editarse La danza de Shiva corresponde al quinto tomo de una ambiciosa serie de seis. El primero se ocupa del nacimiento de las sociedades de clases; el segundo estudia las sociedades feudales; el tercero analiza las sociedades esclavistas; el cuarto se encarga de abordar el capitalismo; mientras que el sexto y último está dedicado a la problemática del estudio teórico de la historia incluyendo virtudes y defectos de diversas metodologías.
Que la serie comience irregularmente por el quinto tomo se debe a que éste resume en gran medida el proyecto teórico de Grompone. Como anticipa desde las primeras páginas, se trata de un "libro de filosofía política y de economía política, escrito para quienes desean participar en la construcción del futuro" (pág. 17) y en el que intenta tanto precisar una idea del "progreso" realizado por la humanidad desde sus orígenes como determinar las leyes que rigen el devenir de la historia.
Grompone rescata el materialismo dialéctico (justo en uno de sus momentos de mayor devaluación teórica) y munido de ese arsenal teórico y metodológico revisa la historia universal para sacar conclusiones muy diferentes a las defendidas por la tradición marxista universal.
Como la invitación es a construir el futuro Grompone se mueve en una zona intermedia entre el determinismo y la libertad. "Los seres humanos son libres de construir su casa - y lo hacen todos los días a su antojo- pero no pueden desafiar ni la ley de la gravedad ni a la resistencia de los materiales. La humanidad es libre, siempre que no intente burlar las leyes de la física o de la economía...La libertad humana y el determinismo de la historia son elementos contrarios, pero inseparables. Esta contradicción no puede ser eliminada, pero hay maneras de manejarla" (pág. 25) El manejo propuesto es el de la dialéctica, metodología de análisis que permitiría determinar el sentido del progreso de la humanidad y colaborar en su avance, constante aunque sinuoso.
La lectura histórica de la empresa humana propuesta por Grompone se asemeja a los intentos desarrollados anteriormente por el historiador inglés Arnold Toynbee (con su alternancia de procesos dinámicos yin y yang para explicar las transformaciones sociales) y a los del norteamericano Alvin Toffler (con sus tres olas de desarrollo) y hay que reconocer que el estilo argumental de este autor uruguayo resulta más atractivo y sofisticado que el de sus pares anglosajones.
Estudiando los comportamientos demográficos y desarrollos productivos este ingeniero industrial, matemático, y narrador uruguayo revisa las formas sociales desarrolladas desde una remota antigüedad previa a la sociedades de clases, distinguiendo sus diferentes fases y procurando explicar sus transformaciones cualitativas hasta llegar a la más inmediata contemporaneidad.
A diferencia de los enfoques marxistas tradicionales Grompone presenta una visión diferente y curiosamente optimista del capitalismo. Este polifacético autor discute que el crecimiento de la prosperidad en las sociedades capitalistas deba depender forzosamente de la pobreza y miseria del resto del mundo.
Grompone recuerda que en el entorno de 1800 sólo el 3% de la humanidad gozaba de prosperidad. Dos siglos después, cerca del 30% de la humanidad goza de un confort antes reservado para elites superexclusivas. Dado que la sociedad capitalista aumenta su producción a un ritmo del 3% anual y la población global crece sólo un 1,7%, en unas seis décadas…todo el planeta terminará gozando de los niveles de vida que ofrece el sistema en los países desarrollados.
Para Grompone la historia del capitalismo puede dividirse en cuatro fases. Una primer fase (de 1200 a 1800 aprox) de un capitalismo urbano emergente que controlaba la parte más activa de la economía y en la que se verificó una paulatina destrucción del feudalismo europeo.
Una segunda fase (que se inicia en 1800) caracterizada por la aparición de maquinarias novedosas y por el desarrollo de una sociedad liberal.
Una tercera fase en proceso (que surge alrededor de 1980) signada por la automatización, el auge de la informática, y la eliminación de las decisiones simples en el trabajo humano.
Por último, atisba una cuarta fase propia de las era post-electrónica y biotecnológica en la que Grompone sitúa su utopía. Fase de una superabundancia final que comenzaría en el entorno del 2030 con la autodestrucción del capitalismo, en la que la prolongación de la vida y el culto de la belleza y la salud obliguen finalmente por la vía del hartazgo (y el cumplimiento de las leyes de la dialéctica) al desarrollo de una sociedad fundamentalmente: ¡espiritual!.
Para llegar a esta fase hay todavía un buen trecho de calvario para gran parte de la humanidad que sufre la exclusión del paraíso capitalista. No obstante, este autor se esfuerza por demostrar la inevitabilidad de este proceso con el que eventualmente es posible colaborar y acelerar.
Para el desarrollo de una tesis de esta magnitud Grompone revisa múltiples segmentos de la historia universal y usa argumentos de diverso calibre, revelándose muy convincente en algunos aspectos y más débil en otros.
Resulta muy sugerente su análisis del colapso de la Unión Soviética al centrar su explicación en el infradesarrollo de la informática. Grompone demuestra que la incapacidad de la Unión Soviética para automatizar su economía en un momento de alta competencia con Occidente determinó en gran medida el fracaso de las reformas modernizadoras de Gorbachov. A modo de ejemplo presenta datos de 1985, época en que Estados Unidos ya tenía instaladas más de cuatro millones y medio de computadoras mientras que la URSS sólo tenía unas quince mil.
La especialidad profesional de Juan Grompone son las telecomunicaciones y la informática y eso explica su pericia en el manejo de la información referida al mundo de la computación y la telemática. De ahí que otros de los aspectos fuertes de este libro sean sus pronósticos referidos al futuro más o menos inmediato al mundo de los ordenadores. Muy probablemente, el mercado informático se topará con su propios límites (todos los potenciales usuarios tendrán su ordenador) y desacelerará su crecimiento vertiginoso. Asimismo el ritmo de miniaturización y la potenciación de los equipos en términos de hardware y software probablemente chocará en muy pocos años con sus límites físicos y todos estos elementos determinen un notorio enlentecimiento la revolución tecnológica de la informática y una reducción brusca de sus mercados. “Muchas compañías cerrarán. Ya no tendremos la revolución permanente. Tal parece que la informática, después del 2010, se parecerá mucho a la venta de heladeras y televisores. El mercado de computadoras personales dejará de crecer a velocidades enormes y pasará a una cifra más próxima al 3% general de la economía.” (pág. 286)
Pero al ingresar al terreno absolutamente conjetural de una futura fase cuatro que Grompone procura caracterizar minuciosamente hasta en sus aspectos éticos, estéticos, y culturales, el libro se transforma en un ejercicio de prospectiva que se resuelve en un lindo sueño, digno de ser soñado por la humanidad pero que suena poco probable.
Grompone se las ingenia para mantener un discurso persuasivo, totalizante, y optimista. Las abundantes notas al pie de página configuran líneas de fuga del planteo central en las que dialoga y reflexiona sobre lo expuesto permitiéndose digresiones eruditas como aclarar en que época fueron domesticados diferentes animales, señalar problemas de traducción de algún texto literario o bien consignar errores históricos groseros en algún planteo clásico de Bertrand Russell. Por eso divierten, instruyen, y casi constituyen un libro paralelo de curiosidades e ideas seductoras a las que es difícil resistirse.
No obstante, la vocación totalizadora y omnicomprensiva de este texto hace dudar de su tesis central y exige demasiadas concesiones al lector.
Hay que concederle al autor 1) que hay un futuro accesible a la razón, orientado por leyes relativamente simples que van jalonando un progreso incuestionable de la humanidad, que conducen a un mundo de abundancia y felicidad, y que para colmo queda a tan sólo cinco o seis décadas de distancia.
2) que la propia lógica del capital orientará el destino del planeta a un estadio universal en el que se resuelvan la mayor parte de los conflictos y las contradicciones del sistema.
3) que los datos numéricos sobre los que reposa su argumentación (población mundial estimada en diferentes momentos históricos; consumos energéticos; volúmenes productivos; etc.) estén consensualmente aceptados; ya que pese al rigor general del volumen no hay citas que permitan verificar las fuentes de las que ha extraído tanta información. (Más teniendo en cuenta que por lo general son cuadros muy abarcativos, que derivan en ecuaciones simples y dan gráficas sencillas y contundentes.)
4) que la distribución de la riqueza va a ser mucho (en breve) más justa que lo que ha sido siempre, tanto que va a desbordar los marcos restrictivos de las clases dominantes.
5) que la tecnología y la primacía del sentido común va a permitir la superación de las catástrofes ecológicas, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación, y las guerras. Y además que la creciente dependencia tecnológica actual no va a desencadenar nuevas formas de accidentes y catástrofes.
6) que la humanidad desarrollará un proceso de maduración moral que acompase a los logros tecnológicos.
Sin la dialéctica y el recorte selectivo de hechos históricos el futuro parece mucho más sombrío y desmoralizante.

De todas formas, aunque no se comparta es aconsejable su lectura y vale el esfuerzo. Si este fuese un nuevo libro de Fukuyama o Toffler lo leerían y discutirían hasta los mandatarios del primer mundo y conviene aclarar que La danza de Shiva es más complejo, sólido e interesante que lo que estos autores anglosajones presentan habitualmente.


Juan E. Fernández Romar
ARQUEOLOGÍA DEL CUERPO: Ensayo para una clínica de la multiplicidad de Luis Gonçalvez, Ed. TEAB, Montevideo, 1999. (Publicado originalmente en la Revista Relaciones en el año de su primera edición).

El desafío contemporáneo frente al conocimiento no pasa tanto por la producción de nuevos descubrimientos como por el desarrollo de síntesis adecuadas de los diferentes hallazgos y teorías que son continuamente generados en espacios diversos. Este nuevo libro de Luis Gonçalvez, psicólogo y psicoterapeuta uruguayo constituye un buen ejemplo de síntesis teórica entre la bioenergética y la psicología social, recuperando la dimensión política de la práctica psicoterapéutica desarrollada por Wilhelm Reich y Alexander Lowen quienes exploraron desde ángulos complementarios el carácter social de los padecimientos humanos.
Aunque tiene ya cerca de cuatro décadas de existencia, la bioenergética sigue siendo casi un misterio para la mayoría de los profesionales del campo psi y por eso mismo continúa generando ciertas reticencias. De hecho, el pensamiento de Reich y Lowen circulan casi exclusivamente en entornos nueva era con escasa aceptación académica. Intentando revertir esta situación Gonçalvez ofrece un libro serio y profundo en el que argumenta teóricamente la clínica bionergética y reflexiona sobre la ética de esa práctica, brindando ejemplos clínicos que ilustran convenientemente esa estrategia de abordaje esbozada originalmente por Reich y expandida luego por Lowen, Roberto Navarro, John Pierrakos, Xavier Serrano, José Gaiarsa, y David Boadella, entre otros.
Reich pensaba que la neurosis tenía un origen sexual y situaba su núcleo en la insatisfacción orgásmica. De esta forma equiparó los trastornos sexuales con los trastornos de la genitalidad y se distanció de las posiciones predominantes en la línea psicoanalítica. Desde la perspectiva reicheana las disfunciones orgásmicas se traducen en el cuerpo, creando un desequilibrio biológico que suscita múltiples trastornos, psíquicos y somáticos. Por eso Reich propuso que la atención del terapeuta se centrara en la expresión total del paciente y en sus actitudes manifiestas; es decir en su forma de andar, de sentarse, de hablar, de gesticular, de comportarse. Reich creía que si dirigimos la atención sólo al contenido verbal, se retarda y a menudo se entorpece la terapia. De ahí que el modo de comportamiento del paciente y su actitud, debían ser para el terapeuta tan importantes que lo que dice, o sueña. Por tal razón advertía que si el análisis se centra en el “qué” y en el “por qué”, deja el “cómo” sin explorar.
Reich postulaba que los patrones de expresión del cuerpo, de respiración y de tensión muscular, configuran una unidad junto con los fenómenos psíquicos críticos, en el desarrollo de la personalidad, constituyendo además los aspectos esenciales de las defensas psicológicas.
El análisis postulado por Reich de lo que denominó la coraza caracterial y de su correlato, la coraza muscular (tensiones musculares crónicas del cuerpo y de las expresiones fijas y determinadas del rostro y el cuerpo), basado en una lectura del cuerpo y de su expresión, sentó las bases para una gran diversidad de prácticas que fueron luego desarrolladas por Lowen, Pierrakos, Navarro y varios más.
Toda ese vasto campo teórico formulado por Reich y que él convino en denominar vegetoterapia analítica, configuró la zona de su obra más aceptada.
Alexander Lowen desarrolló en Estados Unidos durante los años 60, el análisis bioenergético a partir de un redescubrimiento de la obra de Reich (de quien fue alumno) y de su concepto de energía.
En la base de su teoría, Lowen ubicaba un conflicto primordial establecido entre las necesidades instintivas, biológicas, casi animales del ser humano y las convenciones sociales. Según Lowen la persona civilizada demuestra una notoria tendencia a verbalizar y a racionalizar en detrimento de su propia vivencia corporal y afectiva.
El postulado que funda el análisis bioenergético radica en el paralelismo entre la dimensión psíquica y la dimensión corporal. La aceptación de ese presupuesto básico abre la puerta a la lectura del cuerpo y de su expresión: toda tensión no expresada y reprimida en la infancia se transforma en tensión muscular permanente inhibiendo un sentimiento. De ahí que la técnica bioenergética cimenta su práctica clínica en la lectura del cuerpo, en la percepción de sus desequilibrios y tensiones musculares para luego intentar restaurar el equilibrio natural.
Detectar y aliviar una tensión muscular es relajar el músculo y liberar el recuerdo, el afecto, descongelando la expresión, la acción y la interacción, permitiendo así una reutilización de la energía bloqueada.
Fundamentalmente, el análisis bioenergético es una terapia de tipo analítico que se basa en el análisis del carácter. Desde esta perspectiva el carácter se concibe en términos energéticos, como un modo de comportamiento defensivo que conlleva generalmente una suerte de armadura muscular que impide la flexibilidad y las relaciones abiertas con el universo. El carácter tendría como función primordial regular el uso de la energía biológica, organizar la producción (por ejemplo mediante restricciones respiratorias) y las diferentes manifestaciones de tal energía, así como también las posibilidades de recibir y expresar. En últimas el análisis bioenergético intenta ver como se gasta esta energía.
A lo largo de su obra, Lowen se encargó de resaltar en varias oportunidades que la estructura del carácter debe ser percibida y vivenciada como neurótica antes de poder abordarla e intervenir mediante interpretaciones.
Para dejar en evidencia ese carácter neurótico defensivo, la estrategia terapéutica desarrollada por Lowen consiste en colocar voluntariamente el cuerpo del paciente en posiciones de stress, haciéndolo adoptar una postura desequilibrada y desequilibradora. Luego de adoptada esta postura, el terapeuta observa detenidamente a su paciente y realiza una lectura de su cuerpo y propone ejercicios adecuados para liberar las tensiones musculares objetivadas.
El análisis bioenergético progresa gradualmente, la realización de los ejercicios indicados habitualmente permiten un nuevo contacto con sensaciones desapercibidas y con sentimientos inhibidos que son puntualmente interpretados. Asimismo, las diferentes clínicas neo-reicheanas y bioenergéticas introducen objetivos terapéuticos psicofísicos objetivables; como puede ser la ampliación de la capacidad respiratoria del paciente o una mejor circulación energética, evidenciable por la eventual manifestación del llamado reflejo del orgasmo, un movimiento ondulatorio involuntario de todo el cuerpo, que puede aparecer al realizar ciertos ejercicios de hiperventilación pulmonar.
El objetivo común a las diferentes escuelas bioenergéticas y neo-reicheanas es: ayudar a la persona a gozar en el mayor grado posible de la vida corporal (respiración, movimiento, expresión) y de la sexualidad. No obstante, Reich también se encargó de señalar el impacto sobre los cuerpos singulares de las políticas sexuales imperante en cada sociedad y cómo estas colaboraban funcionalmente en el sometimiento económico e ideológico de las clases subordinadas. Planteos que mantienen aún hoy cierta potencia explicativa pero que requieren de revisión y actualización. Siguiendo en la línea esbozada en dos libros anteriores Los cuerpos invisibles (1996) y Análisis Bioenergético. Devenires corporales de la clínica y de la pedagogía (1997) Gonçalvez retoma esta problemática y propone formas de integración en práctica clínica a partir del reconocimiento del carácter político de las prácticas psicológicas.
"Desde una clínica de la multiplicidad el cuerpo será siempre una vía para la afirmación de la vida, aunque dicha vía está atravesada, (en términos foucaultianos) por las marcas de los saberes, las prácticas sociales y las estrategias biopolíticas. Las marcas de la historia personal (historia psicosexual e historia social), no son otra cosa que las huellas que los cuerpos institucionales disciplinarios (la familia, la escuela, los hospitales, las cárceles, etc.) y las significaciones sociales (modas, clasificaciones, categorizaciones, etc.) dejan en nuestros cuerpos. De ahí la necesidad de transversalizar la problemática del cuerpo abriendo una reflexión sobre su dimensión (micro) política." (pág. 18)
En un interesante movimiento de síntesis Gonçalvez amalgama en este texto una adecuada puntualización de las bases teórico-técnicas de la bionergética, numerosas reflexiones sobre la producción de corporalidad en el Uruguay contemporáneo, y una honesta descripción de su práctica clínica y de las implicancias éticas de los abordajes corporales.
Se trata de un libro múltiple muy recomendable que puede ser leído tanto por legos en busca de una aproximación al pensamiento bioenergético (contiene al final un glosario de gran utilidad para familiarizarse con el lenguaje utilizado) como por psicoterapeutas interesados en el estatus de las corporalidades en la práctica clínica.


Juan E. Fernández Romar

TRATADO DE LA EFICACIA

TRATADO DE LA EFICACIA de François Jullien, Ed. Perfíl, Buenos Aires, 1999, 223 págs. (Publicado originalmente en el año 2000 en el País Cultural).

    Con cuarenta y ocho años de edad y casi una década de trayectoria como autor destacado, Jullien pertenece a la última promoción francesa de "pesos pesados" en filosofía. En la actualidad profesor de Paris VII y Presidente del Collège  International de Philosofie. Pese a gozar de un gran prestigio en su país aún no tiene un reconocimiento internacional notorio tal como sucede con varios pensadores de la generación de sus maestros  como Jean Baudrillard  o Pierre Bourdieu y probablemente no lo obtenga nunca ya que su estilo es demasiado académico y poco provocativo. No tiene la chispeante imaginación de Baudrillard ni la contundencia de Bourdieu y revela una actitud mucho más reposado y complaciente frente al estado de las cosas.
    Jullien comparte numerosos intereses con la generación de sus maestros preocupándose por las dimensiones éticas y políticas de la vida cotidiana pero labra en otros campos. Su especialidad es la sinología, es decir, el estudio de la lengua y la cultura china y ha intentado tender numerosos puentes que permitan a un occidental contemporáneo entender por qué los chinos son cómo son. Para Jullien "El Occidente activo siempre soñó con su reposo en el Oriente." y para lograr ese sueño es necesario reflexionar sobre las formas de actuar y sobre la noción de eficacia, uno de los valores cardinales de las sociedades contemporáneas desarrolladas.
    A lo largo de doscientas páginas Jullien se pasea por cuestiones políticas, morales, y de estrategia bélica, en las que contrasta a pensadores chinos de la antigüedad(principalmente siglos IV y III A.C.) con sus pares occidentales de diferentes épocas (Aristóteles, Maquiavelo, Clausewitz, etc.) para analizar comparativamente sus ideas acerca de la eficacia.
    Según Jullien en la cultura china se ha gestado un concepto de la acción eficaz muy diferente de la occidental. En la tradición occidental primero se acostumbra a elaborar un plan con proyección de futuro que conduce a un fin predeterminado para luego definir el encadenamiento de medios más adecuados para realizarlo. En la tradición china el enfoque es otro. El estratega chino primero repara en las relaciones de fuerza en acción para apoyarse en los factores favorables implícitos en la situación. Como las circunstancias son a menudo imprevistas e incluso algunas veces pueden ser inéditas la tradición china indica no trazar un plan de antemano sino aprovecharse de las potencialidades inherentes a esa correlación de fuerzas para sacar partido de lo que de una u otra forma va a precipitarse. Por eso el estratega chino no planifica ni proyecta simplemente sigue los acontecimientos, canalizándolos y potenciándolos, para reubicarse y poner la escudilla debajo de donde el agua va a desbordar. Su estrategia consiste en hacer evolucionar la situación para que el efecto precipite progresivamente y sea apremiante.
    Jullien hilvana diversas dimensiones políticas, éticas, y estéticas de Oriente y Occidente mediante sus respectivas nociones de causalidad y de acción eficaz, otorgándoles un carácter central en el pensamiento y considerando que las mismas han marcado las posibilidades de decir y conocer de un lado y otro del mundo.
    La forma en que Jullien relaciona los saberes y las prácticas, los discursos y sus formas de perturbar el mundo. obliga inevitablemente a  pensar en el legado de Foucault, autor al que curiosamente no cita nunca.

                                                           Juan E. Fernández   

ESCRITOS SOBRE LOCURA Y CULTURA de Daniel Gil, Ed. Trilce, Montevideo, 2007, 222 págs. (Publicado originalmente en Suplemento Cultural de El País en 2007)

El título puede inducir a error ya que parece sugerir un nuevo abordaje sobre el vasto fenómeno de la locura aunque en un sentido estricto sólo dos capítulos refieren directamente a esta cuestión. En realidad se trata de una magnífica compilación de trabajos sobre la subjetividad occidental, y más en particular sobre los procesos de subjetivación que han tenido lugar de este lado del planeta.
Mayoritariamente son versiones actualizadas, corregidas y ampliadas de trabajos presentados hace más de quince años en revistas o eventos científicos pero que reflejan convenientemente la evolución ensayística de Daniel Gil, médico y psicoanalista uruguayo, que respetando el núcleo de especificidad de su saber ha devenido en un intelectual “todo-terreno”.
Seguir la deriva de su pensamiento no es fácil debido a las múltiples digresiones que jalonan su reflexión, incursionando con rigor en diversas disciplinas (historia, antropología, sociología, filosofía, etc) y demostrando una buena metabolización de todos esos aportes.
En última instancia, el lector se resigna a no encontrar una tesis canónica y se abandona al disfrute de los pies de páginas y de las ideas que se van subordinando entre sí, generando una máquina de sugerencias que sigue funcionando cuando se termina el texto.
Así, en medio de un complejo ensayo sobre la violencia y el desamparo que empieza con un texto del narrador y periodista Carlos Liscano, que continúa con análisis de mitos asirio-babilónicos, y que transita por senderos esbozados por Spinoza, Nietzsche, Foucault o Derrida, el lector puede informarse de recientes investigaciones etológicas sobre los monos bonobos del Congo y los burikis de Brasil, que desmienten la existencia universal de un jefe de horda en la organización social de los primates, y que demuestran el uso de la práctica sexual como una forma de atenuar la agresividad y zanjar los conflictos.
De igual modo en “San Pablo: La carne y el espíritu. Contribución a la historia del origen de la conciencia moral en Occidente”, Daniel Gil discute con gran fineza planteos de Alain Badiou y Slavoj Zizek (a quienes parece admirar y de quienes no tiene nada que envidiar) sobre el proceso de gestación de la subjetividad occidental y cristiana; revisando con sutileza el pensamiento griego y la antigua antropología judía para detenerse en la “revolución” paulina donde se formaliza el ideal cristiano cuyos influjos aún vivimos.
En este trabajo -el más sólido del libro en su andamiaje genealógico- ofrece permanentes acotaciones al margen sobre el momento histórico considerado, la etimología de términos hebreos, y los diversos significados de la Cabala, entre otras innumerables observaciones que el lector agradece por su valor explicativo o de consulta.
Estos nuevos escritos de Daniel Gil invitan todo el tiempo al subrayado y al diálogo en borrador por las entrelíneas del libro, ya que encierran ideas o documentos provocativos, dignos de ser almacenados, como sucede con la trascripción de una entrevista concedida por Marcola, jefe de la banda carcelaria brasilera Primer Comando Capital, a un diario de ese país.
Es notoria no sólo la dedicación dispensada por Gil a todos los ensayos sino la revisión minuciosa que solicitó a diversos especialistas. Actitud poco frecuente en estas costas pero que se torna ostensible desde una primer lectura.
Aunque tales cuidados y virtudes eran ya objetivables en libros anteriores (El yo herido; Sigmund Freud y el cinturón de castidad; o ¿Por qué me has abandonado?) el enriquecimiento gradual de sus marcos teóricos de referencia y la ampliación de su espectro de análisis, ubican a Daniel Gil como un ensayista de peso internacional que merecería una distribución más global de su obra.


Juan E. Fernández